martes, 5 de febrero de 2013

Los cursos on line y gratuitos obliga a las universidades a replantear su modelo

Se atribuye a John Hennessy, presidente de la Universidad de Stanford, haber sido el primero en hablar de un tsunami en la universidad ("there's a tsunami coming") en una entrevista que le hicieron a principios del año pasado. La frase se ha repetido constantemente en los últimos meses y el tsunami tiene un nombre: MOOC. Se trata de las siglas que responden a los Massive Open Online Courses, cursos que ofrecen los mejores profesionales del mundo a través de las universidades e instituciones más prestigiosas, mediante internet y de forma gratuita, de tal modo que pueden llegar a miles de alumnos.

Hace tan sólo cuatro meses, en la inauguración oficial del curso en las universidades catalanas, el consejero de Economia i Coneixement, Andreu Mas-Colell, lanzó un aviso: "Las grandes universidades del mundo se nos meterán en casa sin crear ningún puesto de trabajo. Hay que anticiparse aquí, y de nuevo la colaboración entre universidades puede ser esencial".

Pero no todos lo perciben como una amenaza. Andrés Pedreño, exrector de la Universidad de Alicante y exconsejero de Universia, escribió en su blog a principios de año: "La educación se abre y se globaliza". Según este profesor, impulsor de la primera gran iniciativa española en esta línea (Unimooc), la gran paradoja es que "al mismo tiempo que las universidades sufren las mayores subidas de tasas de su historia, la educación abierta, global y gratuita comienza su boom mundial".

Su irrupción ha sido comparada al impacto que internet ha representando para la prensa escrita. Y su expansión ha sido veloz desde las primeras noticias en el 2008. No es hasta el 2011 cuando se conoce que más de 160.000 personas de 190 países se han matriculado en un curso de inteligencia artificial ofrecido por Sebastian Thrun y Peter Norvig en la Universidad de Stanford. Desde entonces, han proliferado las iniciativas: Udacity, Coursera, EDX... Incluso Google se sumó en julio pasado con su curso Power searching, al que rápidamente se inscribieron 150.000 personas.

El responsable de educación superior en Inglaterra, David Willets, ha afirmado que "los MOOC representan una gran oportunidad para ampliar el acceso a los estudios superiores y para satisfacer la demanda global de este sector, especialmente en las economías emergentes". Estos cursos, que pueden seguirse cómodamente desde casa o el trabajo, suponen una oportunidad excepcional para jóvenes o adultos de distintos puntos del planeta que pueden tener escasas posibilidades de ir a la universidad. Y además pueden seguir cursos sobre Inteligencia artificial, Ingeniería de software como servicio, Machine learning, Algoritmos, Criptografía, Introducción a la computación, Análisis de redes sociales...Eso sí, las ciencias sociales y humanas de momento gozan de menos predicamento. Se ha hecho muy popular un vídeo en el que Sebastian Thrun cuenta la experiencia vivida en su curso de inteligencia artificial. Un joven afgano le contó por mail cómo sorteaba los bombardeos y puestos de control para conseguir una conexión a internet y realizar sus tareas. Y una madre soltera, francesa, con dos niños pequeños, que trabajaba 40 horas semanales y seguía los cursos de noche.

Una de las dudas principales se relaciona con la viabilidad financiera de estos proyectos. El argumento de que muchos profesores están dispuestos a ceder gratuitamente sus clases magistrales o sus apuntes a la red porque el enorme grupo de seguidores les garantiza un reconocimiento laboral aún más gratificante no parece suficiente. Es cierto que se cobra por certificados o por realizar exámenes, y puede haber miles de estudiantes interesados. Pero la experiencia indica que muchos se conforman con seguir algunas materias y que el éxito se basa precisamente en la gratuidad.

Imma Tubella, rectora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), una experiencia pionera en Europa en una enseñanza a distancia y on line, es muy crítica: "Son cursos de autoaprendizaje, cursos que se ofrecen independientemente del contexto de las personas, puesto que pueden tener hasta un millón de estudiantes a la vez, lo cual comporta una ratio de abandono altísima (cerca del 95%) porque no hay acompañamiento. Existe el riesgo de que se considere la educación en línea de segunda categoría".

Los sistemas de evaluación son uno de los puntos débiles de estos cursos, dada la imposibilidad de supervisión y corrección por parte de los profesores. Se hacen exámenes tipo test, que facilitan la respuesta, se utiliza la evaluación por otros compañeros o la autoevaluación. Y empiezan a surgir iniciativas desde colegios mayores o residencias para juntar a un grupo de alumnos que siguen un mismo curso y facilitarles una ayuda externa.

Los entusiastas de los MOOC recuerdan que la velocidad de cambio de la sociedad actual obliga a una formación continua a lo largo de la vida. Y de ahí la necesidad de acudir a este tipo de cursos por el valor cada vez más relativo de unos títulos académicos que pronto quedan desfasados.

Lo que nadie pone en duda es que estas experiencias van a ser un revulsivo para las universidades presenciales. La crisis y la falta de recursos impulsarán hacia un sistema mixto que combine enseñanza presencial con la que se realiza on line. Y en este ámbito se puede aprender mucho de las nuevas didácticas, con vídeos grabados por los propios profesores y el impulso de comunidades virtuales. Y además con la ventaja para las presenciales de contar con el acompañamiento que puede ofrecer el profesor en tanto que tutor y corrector, algo que los MOOC no pueden ofrecer.

Publicado por Josep Playà en www.lavanguardia.com

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