Si tienes la mala suerte de que por alguna razón tu nombre se publica en la Red con connotaciones negativas afectando a tu privacidad, que sepas que vas a tener muy difícil que dicho contenido se elimine. Seguramente lo has leído, pero el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea ha fallado a favor de Google dándole la razón a su negativa a eliminar de sus búsquedas una información relativa al desahucio de unos bienes de un catalán que el diario La Vanguardia publicó hace 15 años.
El texto se publicó en el año 1998 en su edición en papel, pero a La Vanguardia se le ocurrió escanear toda su hemeroteca y ponerla a libre disposición en Internet, como han hecho prácticamente todos los medios de comunicación. El contenido en sí era un anuncio del Ministerio de Trabajo subastando por impago un inmueble de Mario Costeja González y de su esposa. Y si eres un usuario particular y no desarrollas una estrategia de branding personal a través de la Red, cuando vas a Google y te buscas a ti mismo, lo que aparece son todas las referencias que el buscador tiene indexadas con tu nombre, y este ha sido el caso.
Así que este ciudadano, ni corto ni perezoso, denunció el hecho ante la Agencia Española de Protección de Datos, que le dio la razón en primera instancia, después, eso sí, de haber solicitado a La Vanguardia la retirada de dicho contenido. La respuesta del diario fue tajante: fue un anuncio oficial y se publicó cuando se tuvo que hacer, por lo que no había lugar a ninguna eliminación de contenido.
La demanda ha llegado al Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea, que ha considerado que Google, fiel a su labor de indexación de contenidos publicados por otros sitios, no es responsable de la publicación original. Así que, aunque todavía queda dictar sentencia en firme, nos encontramos en un bucle absurdo que no deja más que desprotegido al ciudadano en su derecho al olvido o al borrado de información confidencial. Y hay que tener en cuenta que existen otros 150 casos similares en la Audiencia Nacional esperando a ser tramitados, por lo que el antecedente jurídico no va a ayudar mucho en su resolución.
El problema es…
Este es un caso muy puntual, y seguramente te estarás preguntando en qué podría llegar a afectarte a ti. Como sabes, en este blog no hablamos estrictamente de seguridad informática, sino que extendemos nuestro radio de acción a la denuncia o a la educación sobre todo lo que tiene que ver con el ámbito de la privacidad y de lo que entendemos que pertenece a nuestra vida más íntima. Y dentro de este gran conjunto de cosas, que es enorme, nos encontramos con diferentes situaciones:
- Publicaciones sobre nosotros que damos a conocer nosotros mismos. Y en este sentido, siempre incidimos tanto en nuestras charlas educativas como en nuestras publicaciones en la necesidad de ser conscientes de que lo que se publica en la Red, se queda en la Red, ahora y para siempre.
- Redes sociales, servicios de Internet y portales que no nos dicen toda la verdad o que lo hacen de forma muy escondida en sus políticas de privacidad de forma que recopilan y correlacionan mucha más información sobre nosotros de la que somos conscientes.
- Y publicaciones de terceros que pudieran estar incurriendo en una falta contra nuestra privacidad al difundir mucho más que hace unos cuantos años información privada sobre nosotros.
Veamos caso por caso…
Lo que nosotros elegimos o no publicar
Si somos nosotros mismos los que publicamos información en las redes sociales sobre nosotros mismos, por mucho que queramos luego echarle la culpa a alguien más, la verdad es que la responsabilidad es estrictamente nuestra. Estamos cansados de leer casos internacionales de la foto de turno de la profesora de juerga con una copa en la mano que, tras publicarla en su Facebook, fue despedida de forma fulminante, de los policías que se graban de servicio en su coche bailando en plan flash-mob para subirlo a YouTube y luego enfrentarse a una sanción de empleo y sueldo o el de aquellos que fueron a controlar un botellón y acabaron de copas con los jóvenes y dejando gorra, porra y hasta pistola a las jóvenes sugerentes para hacerse la foto de rigor, con la sanción disciplinaria correspondiente.
Pero no nos enteramos de muchos otros casos que día a día suceden: la empresa de recursos humanos que investiga a un candidato a un puesto de trabajo y no le aceptan tras constatar en sus perfiles en redes sociales que es muy tendente a la “mala vida” o que pone a parir a su jefe. O el joven que hoy se dedica a airear con aires de suficiencia sus alardes nocturnos y que, al cabo de los años, esa imagen le persigue porque no puede eliminar los contenidos que hace un tiempo, y por hacer una gracia, publicó. Por no hablar de la gran cantidad de parejas que se rompen por cometer indiscreciones a través de las redes sociales o contenido que es utilizado en juicios de divorcio contra uno de los cónyuges.
El abanico es enorme. Y en este sentido, seguimos insistiendo en la necesidad de preservar al máximo nuestra privacidad pensando no solo en nuestro presente sino en nuestro futuro, y en las consecuencias que las tonterías a las que hoy no damos importancia pudieran tener el día de mañana. Esta es una de nuestras principales líneas educativas en las charlas que, sobre todo, estamos impartiendo en colegios e institutos de toda España, contribuyendo así a que los jóvenes sean cada día más conscientes y capaces de distinguir qué es positivo y qué es negativo en este sentido.
En el caso de que hoy hayamos publicado algún contenido del que nos podamos arrepentir, ya hemos comentado en repetidas veces que no vale con eliminarlo de nuestra red social, porque dependiendo de cuál utilicemos, el contenido se queda para siempre en dicha red social y/o en Google, en el caso de que fuera público y se hubiera indexado. Y si este fuera el caso, con este precedente judicial y los que vendrán después, ya nos podríamos suponer la respuesta del tribunal de turno: “Haberlo pensado antes… Google no es responsable de lo que tú publicas”.
Las trampas de algunas redes sociales, servicios de Internet o portales
También hemos hablado repetidas veces sobre las políticas de privacidad de las diferentes redes sociales, servicios de Internet o portales que esconden con la letra pequeña, camuflan en largos artículos escritos con jerga jurídica o incluso ni siquiera cuentan cláusulas que, de saberlo, seguro que haría que muchos de nosotros decidiéramos no utilizar dicho servicio. Son aquellas que hablan de qué tipo de información personal recopilan sobre nosotros y qué hacen con dicha información. No os quiero recordar que una de las empresas que ha colaborado recientemente con la NSA norteamericana en su labor de espionaje internacional ha sido Facebook, y seguramente dicha acción estará amparada por su política de privacidad.
¿Cuál es el problema? Pues que más allá de la información que nosotros decidimos, de forma voluntaria, publicar, el portal recopila toda la información sobre nuestra actividad y la correlaciona, siendo capaz de trazar un perfil exacto de nuestra personalidad, nuestros gustos, tendencias y creencias y, además, predecir comportamientos en el futuro, aplicando para ello modernas técnicas de análisis de la información Big Data.
Imagínate que continuamente eres de los que suelta improperios contra los políticos (que no sería nada raro) y que además te gustan o sigues a grupos de una determinada creencia religiosa, política o incluso musical… y que mañana llaman a tu puerta, y te llevan a declarar por ser “potencialmente un terrorista”. Que sepamos, no ha pasado en nuestro país, pero sí en Estados Unidos… Ahí lo dejo…
¿Y si son los terceros los que publican sobre nosotros?
Esto tiene miga… Si somos una persona pública y aparecemos en los medios de comunicación, lógicamente estamos expuestos a que todo lo que se hable de nosotros se indexe en el buscador. Pero incluso en este caso, habrá información de nosotros que no queramos que se encuentre.
Siempre cuento en mis charlas y en mis clases un caso que me ha sucedido a mí directamente: suelo buscar mi nombre de forma regular en Google, para controlar lo que se va diciendo y publicando de mí (si eres una persona pública, te aconsejo que lo hagas de vez en cuando o que te programes las alertas de Google Alerts). Pues bien, en una de estas búsquedas descubrí que mi nombre aparecía en un BOE porque no había pagado el recibo de basuras anual de 60,00 € de mi domicilio. Era cierto: no lo tenía domiciliado, no me llegó notificación y no suelo ir todos los días al Ayuntamiento a ver si hay algo pendiente de pagar. Así que me enteré vía Google. Evidentemente, junto a mi nombre figuraban otros datos, como mi DNI, mi domicilio, etc…
Lo pagué, pero ese BOE sigue publicado y sigue online. Yo tengo la suerte de saber cómo posicionar contenidos en Google por mi nombre de forma que esos resultados vayan escondiéndose, preservando de esta manera mi información privada. Pero no todo el mundo sabe cómo hacerlo o sabe siquiera que se puede hacer.
Así que si tu nombre sale en la edición de hemeroteca de La Vanguardia de hace 15 años o en el BOE del año pasado por moroso, olvídate de solicitar formalmente que se retire dicha publicación, porque la respuesta va a ser “no”. Pensemos en temas más graves… Hace poco hablando con un conocido que se dedica a este tema precisamente, me hablaba de una publicación de un cliente suyo que hacía referencia a una enfermedad de transmisión sexual que estaba también en vías judiciales.
¿Qué ha cambiado desde hace algunos años? Porque antes también salía tu nombre en el BOE si no pagabas una multa o tenías cualquier incidencia con la administración pública. Pero seamos sinceros…, ¿te has leído alguna vez algún BOE? No hace falta que contestes, me imagino la respuesta. Pero es que ahora ese BOE está online, y todo se indexa y posiciona en el buscador. Así que si alguien busca expresamente datos sobre ti, va a llegar a dicha información.
¿Quiénes son los candidatos ideales para buscar información online sobre ti? Pues para empezar, más del 80% de los departamentos de recursos humanos de este país, cifra que sigue creciendo. Encontrar información negativa es, simple y claramente, un problema para ti y un marrón para tu currículum. Pero también algún enemigo o ex que quiera hacerte daño, algún amigo que busque información sobre ti, etc… Es decir, información que antes quedaba en un ámbito privado, aunque era pública, hoy queda a disposición de todo el mundo y para siempre.
Y hemos hablado de publicaciones oficiales. Pero… ¿qué pasa con “amigos”, bulos y otras historias parecidas? Conozco otro caso de un familiar de un político muy conocido en este país al que acusan de haber entrado por enchufe en un cargo público y le ponen verde en medios de comunicación y redes sociales, dando como resultado un sinfín de links a sitios donde se habla del tema cuando buscas por su nombre. O el de otro amiguete que en su afán por perjudicar a un profesional se ha dedicado a escribir artículos poniéndole verde en numerosos blogs, sin importar muy bien si lo que decía era objetivo o subjetivo, verdad o mentira, por poner solo algunos ejemplos…
Entonces, ¿qué hago?
Bueno, ningún sistema de seguridad te va a prevenir de ninguno de los problemas que hemos mencionado anteriormente. Y tu sentido común (el menos común de los sentidos) solo te ayudará en el caso de que esté bajo tu potestad el publicar o no información tuya privada y confidencial. Pero si son otros los que publican sobre nosotros, entonces el tema se torna más complicado…
La vía judicial tarda: no es una sorpresa para nadie. Incluso el juicio más sencillo por un divorcio, por ejemplo, puede tardar años en resolverse. Y cuando sale, pues con los antecedentes que estamos viviendo, en fin, cómo quieres que te lo cuente… Así que si quieres gastar tu tiempo, esfuerzo y dinero en esta vía, no seré yo quien te desanime, pero yo no le pondría muchas esperanzas.
Entonces… ¿qué nos queda? Pues intentar esconder los resultados. La mayoría de la gente se queda en la primera página de resultados cuando hace alguna búsqueda, solo del 15 al 20% pasa a la segunda página, y si el contenido está en la quinta, sexta o décima página de resultados, es muy improbable que nadie llegue hasta dichos contenidos. Es un parche, ya lo sé, pero cumple el objetivo: que la información sea un poco menos pública.
Si te dedicas al mundo de los buscadores y del Social Media y sabes cómo hacerlo, en un plazo razonable de tres meses puedes haber conseguido tu propósito. Si no sabes cómo hacerlo, te aconsejo que contrates a un profesional que te ayude (si no conoces a nadie, pregúntame). Pero todo es tan sencillo o tan complicado como dedicarle algunas horas a Internet, crearte perfiles en redes sociales, montarte blogs aunque sean gratuitos, participar en foros y en sitios donde puedas expresar tus opiniones e ir monitorizando de forma regular la indexación de dichos contenidos. Es muy importante que en todas las publicaciones utilices tu nombre, para conseguir que, al indexarse por dichas palabras clave, el resultado negativo se vaya perdiendo en la inmensidad del abismo.
Y luego hay otros trucos y trampijuelas que cualquier profesional del mundo de Internet confesará no haber utilizado nunca, pero que en realidad utilizamos todos pero que se quedan, como la fórmula de la Coca-Cola, encerrados en nuestra caja fuerte, como triquiñuelas profesionales que ni siquiera entre nosotros nos contaremos.
En conclusión: andamos desamparados en Internet
El regusto amargo de esta noticia es que, al final, en el fondo, cualquier ciudadano está desamparado en cuando a la protección de su privacidad en la Red. A las pruebas me remito. O mucho cambia la legislación o la operativa de los grandes de Internet, o avanzamos por el camino del “todo vale”. Estamos de acuerdo en que la misión de Google es la de indexar contenidos de otros, y que el buscador no es responsable de lo que “los otros” publican, pero en la fuente origen de la información o en la indexación del enlace debe haber algún resquicio de responsabilidad sobre el contenido y, sobre todo, alguna forma de poder ejercer nuestro derecho a la protección de nuestra intimidad.
En caso contrario, Internet seguirá avanzando hacia un territorio comanche donde el más listo será el que más se beneficie del funcionamiento de las empresas de Internet, que seguirán amasando más y más dinero gracias a la información que todos y cada uno de nosotros les proporcionamos, y el más profano, el gran perjudicado en todos los sentidos. ¿Es esto lo que queremos?
Por Yolanda Ruíz Hervás, directora de marketing y comunicación de ESET España - www.eset.es
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